martes, 27 de febrero de 2018

EL INTERÉS DEL SABER

Siempre fui un niño curioso, crecí rodeado de libros de Semana Santa y recuerdos de unas épocas que no viví. Me llamaba la atención mucho aquellas columnas dedicadas a la gente de abajo y capataces del momento y siempre me quedé con sabor amargo de querer saber más de aquellos hombres ocultos o de quienes eran esos llamados Luque, Bejarano, Gallardo, El Moreno , Santiago, Ariza, Borrero....
Para muchos no era interesante pero para mi era toda una proeza, me costaba entender siendo un ignorante que unos hombres se metieran debajo de los pasos, donde sufrían y salían magullados y acalorados y que todo era por devoción, que ensayaban desde verano en alguna que otra ocasión y que en otras la primera toma de contacto era el día de salida . Luego seguí impregnándome y vi que había muchos factores apartes de la creencia, unos lo hacían por necesidad ya que ganaban el pan de sus hijos, otros por favores para quienes trabajaban los pasos, me llegaban preguntas y preguntas ¿ Llenarían sus cuadrillas al completo? La respuesta era no ¿Eran hombres fuertes y corpulentos? La respuesta era no, eran del muelle, de la forja de los tejares, gente de cuerpos ligeros de la necesidad de los tiempos y la hambre. Me seguía maravillando todo, se llamaban profesionales y lo mismo venían de muchas horas de carga de sacos y sol que se iban a una pelea de 7 horas sin relevo en alguno de aquellos palios duros por cuatro 400 pesetas, cuanto daría por ver como era aquello... Seguro que muchos también.
Los capataces eran como famosos en la ciudad, salían en periódicos a diario, eran gente reconocida por sus labores y hazañas tanto en el oficio que desempeñaban como cosas externas. Se cambiaron los profesionales por hermanos con mucha fatiguita por problemas de pagos y comportamientos y muy poco a poco las cuadrillas iban tomando otro rumbo, ya no se cobraba se pagaba, ya no carecían las cuadrillas de personal sino que sobraban.
Los tiempos cambiaron hasta llegar al día de hoy, siempre es bonito meterse debajo de un paso con algún amigo o con algún familiar pero más bonito es saber de donde procede este oficio, impregnarte de su historia y mamar sus valores. A mi aún se me pone el pelo de punta de pensar que en mi casa tenia que llegar dinero como fuera, y que miraba debajo del faldón y apenas llegábamos a quince hombres y que lo mismo no acababa la corría así, menudas peleas y vivencias....
Señores, disfruten de cada instante pero traten con humildad esta profesión y no se crean más que nadie por creer ser mejores o sacar más, aquí ya está todo inventado.

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