lunes, 27 de mayo de 2013

Pesadilla Cofrade de Antonio Rubio: ¡ LAVABOS TRAICIONEROS !

Extracto del libro Más Pesadillas Cofrade , un libro que recoge las pesadillas de algunos 
cofrades famosos que provocaron sus desvelos, con los más variopintos argumentos...

Autor Fernando Garcia Halcón
Todos los años advertía que podía pasar y pasó, aunque afortunadamente, sólo mientras dormía:

Como cada Martes Santo se levanta temprano para preparar la ropa y marchar con tiempo a la Capilla de los Estudiantes. El abogado Antonio Rubio, lleva años metiéndose debajo del paso. Es uno de los veteranos. Siempre el mismo ritual. Las cuadrillas de hermanos costaleros van llegando a la capilla. Después de la correspondiente visita a los titulares marchan al interior del Rectorado.En los servicios comienzan a hacerse la ropa.Clavan rodillas en el suelo, estiran costales y fajas, se van deseando suerte.Ha llegado el día grande.
A nuestro costalero le sorprende el amplio número de vigilantes que cada Martes Santo velan por la organización de la salida. Sólo pueden pasar hermanos y personal autorizado por la zona reservada. Y por supuesto , los aseos también cuentan con su propio vigilante. En ese lugar, Antonio y sus compañeros dejan sus pertenencias para recogerlas cuando la cofradía vuelva a entrar. 
Con la ropa ya ceñida en sus cuerpos,costal, faja y zapatillas van saliendo poco a poco buscando, un años más, la trabajadera en la que pegar sus cuellos para llevar al Señor por las calles de Sevilla. Antonio aún está preparándose . No ha salido de los servicios. Es el último. Una terrible sensación recorre su cuerpo. Se apresura buscando la salida. Eco. Cuando llega a la puerta confirma sus sospechas. Está cerrada.La golpea. El vigilante ha cerrado la puerta de los servicios sin comprobar que no quedara nadie. Se hace tarde. Empuja con fuerzas pero no hay forma, es imposible salir. Un costalero atrapado entre los lavabos del rectorado. Es él, Antonio Rubio, el veterano el que durante tantos años había avisado de que esto podía ocurrir . Nunca creyó que el sería la victima . Estaba condenado a quedarse allí, sin salir con su hermandad, sin salir, siquiera, de los servicios.
Nuestro letrado estaba atrapado y sólo escuchaba el murmullo del exterior. Se preguntaba si no le echarían de menos en el palo, si su capataz , Antonio Santiago, estaría maldiciendo su tardanza. No daba crédito a lo que estaba ocurriendo.
Mientras se lamenta, el Crucificado enfila la salida, Se guarda silencio. Antonio ha sido sustituido y el primer paso ya está en la calle. Ha perdido la noción del tiempo, aún confía en salir pero el silencio de la Buena Muerte contrasta con los sones de la banda que acompaña al palio. En ese momento cuando escucha la primera nota de la marcha, lo da todo por perdido, habrá que esperar un año más, aunque de momento tendrá que esperar a que la hermandad se recoja para poder ir a casa.

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